El Teatro y la Educación , conforman un fantástico binomio que
nos da pie para reflexionar y para plantearnos algunas cuestiones muy pocas
veces debatidas.
Tradicionalmente se ha tomado
al teatro como un bien cultural, la historia del arte dramático así lo
confirma, incluso en España es una actividad que perteneció siempre al ámbito
del Ministerio de Cultura.
No está mal que sigamos
pensando que es un bien cultural pero debemos reconocer que tiene más futuro
como instrumento educativo.
Esta idea nos coloca en otra
vía, ya que si la sociedad entiende que
el Teatro es principalmente un medio para divertir(se) y cuesta dinero, la Educación por el
contrario es para aprender, siendo además
gratuita y obligatoria hasta una cierta edad.
El Teatro cuando se relaciona
con la Educación
cambia el punto de mira y deja de interesarse por la perfección artística del
producto. Colocado en este otro ámbito, el punto de mira ahora no puede ser el
del creador teatral sino el del educador que tiene unos objetivos de carácter
pedagógico y el de aquellos que están en “situación” de tener una experiencia
de aprendizaje. Gisèle Barret definiendo
el término "situación pedagógica"(1) nos dice que el contexto común a
los enseñantes y los enseñados, es el espacio-tiempo para vivir, para
compartir, para habitar juntos, donde se produce una "acción recíproca de
dos sujetos, el uno hacia el otro, que conducirá a la transformación de dos
personalidades puestas en relación".
La educación involucra a las personas considerándolas
tanto en su devenir moral, afectivo, físico como en su devenir intelectual y en
la evolución de su saber.
Y aquí llegamos al meollo de
la cuestión en el Teatro interesa el resultado (aunque algunos
puedan afirmar que a veces también se tiene en cuenta el proceso) pero en
Educación siempre se debe tener en cuenta el proceso. Primero el
proceso y luego lo demás, lo que no niega la posibilidad de que aparezcan
algunos productos parciales que siendo naturales no son buscados. En el
proceso lo que más importa es lo que
sucede mientras se produce el hecho o la acción educativa.
Entonces llegamos a la
conclusión de que el objeto de la actividad dramática es el sujeto
y sobre él se debe centrar la actividad del pedagogo.
Si quisiéramos resaltar
algunos de los beneficios del uso educativo del Teatro, podemos decir que
"hacer teatro" le permite a los niños y jóvenes implicarse y
participar activamente.(Algo nada despreciable en un mundo donde todo nos lleva
a consumir pasivamente)
A la vez que es un medio para
la autoexpresión de la personalidad infantil les permite autoafirmarse y elevar
la autoestima, es decir, descubrirse en el mundo. Por lo tanto el Teatro en el
curriculum como parte importante del proceso de enseñanza-aprendizaje y dentro
del horario escolar, colabora efectivamente en el desarrollo integral del educando.
Finalmente podemos remarcar
que el juego teatral se caracteriza por ser una actividad no sólo placentera
sino también espontánea y voluntaria y al ser eminentemente creadora se puede
convertir en la base para posteriores experiencias culturales.
En última instancia,
encuadrados dentro del ámbito educativo, lo que estamos sugiriendo es
facilitarle a los educandos un instrumento a favor de sus necesidades afectivas
y expresivas. Y esto sólo puede ocurrir cuando ellos se apropian del teatro que
significa justamente dejar de ser espectadores del juego ajeno (el de los
actores, los padres, los políticos) para convertirse en protagonistas activos
de su propio juego. Es fácil advertir que los niños introducidos en esta
actividad desde muy pequeños toman conciencia que el teatro funciona como un
lenguaje total en el que ellos pueden construir su propio sistema de
significantes. Si un niño se siente dueño de los contenidos(los significados)y
maneja las formas(los significantes) a su gusto, obtendrá de ello un placer que
ningún otro juego le puede ofrecer.
En la dramatización o la teatralización el
niño y el joven eligen en su preparación y durante su desarrollo, los signos
que necesitan para comunicarse de una manera libre y espontánea. Así podemos
afirmar que el teatro como medio de expresión personal y como instrumento para
apropiarse de la realidad se convierte en una necesidad que tendría que estar
satisfecha en todo el viaje educativo desde la Escuela Infantil
al Instituto.
Las diferentes prácticas
teatrales en centros educativos han venido demostrando que a través de actividades dramáticas los niños y
jóvenes pueden internarse en el mundo para explorarlo, conocerlo y
transformarlo y esta investigación al mismo tiempo les ayuda a formar su
personalidad. Mientras juegan viven, mientras viven aprenden y mientras
aprenden crecen equilibrados en lo emocional, afectivo y social.
Reforzar desde diferentes
instancias el binomio "Teatro y Educación" significa que nos
estaremos moviendo en el marco de la formación integral de la persona. De esto
se trata, formar personas receptivas, sensibles, críticas y creativas,
conocedoras de técnicas que le faciliten la expresión globalizada y una mejor
comunicación con los otros.
Para ver crecer una juventud
sana e integrada socialmente, creemos necesario que hay que potenciar el
surgimiento de una "cultura infantil", una cultura en la que los
niños no sean meros consumidores sino auténticos protagonistas, una cultura
entendida como espacios de creatividad donde los adultos ponen los medios a su alcance y permiten que ellos recreen sus sueños, sus
ilusiones y sus ganas de expresarse.
Dentro de ese marco, el
Teatro como “medio de comunicación y prevención de conflictos sociales” se
convertirá en ese lugar que ayudará a la infancia y a la juventud a entender la
vida y consolidar su propia identidad como individuos y como generación imbuída
de valores humanos.
(1)Gisele Barret. Pedagogía
de la situación en Expresión Dramática y en Educación. Edición de la autora. Recherche
en Expression. Quebec 1995.-
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